Una de las cosas que más define a un país, o a una sociedad (exceptuando, claro está al área anglosajón) es su comida. Vayas donde vayas, tienes todo tipo de pintorescas comidas y exóticos platos que nunca te hubieras esperado.
Por ejemplo, los franceses, al igual que los jóvenes de pueblos castellanos, tienen esa extraña costumbre de salir en las noches de luna llena a recolectar batracios en “el supermercado” de la charca del pueblo. Luego se comen sus piernecitas y claman que su sabor es similar al pollo.
En España, comemos morcillas, manjar para mi relacionado con la capital del gótico, Burgos. Recapitulemos sus ingredientes: Arroz, sal y mucha sangre de un pobre cerdo desangrado hasta morir. ¡No serías el primer guiri que reniega tras saber su composición!
Los madagascareños, de los que sabemos ya, por otras entradas de “la Cometa”, son (más por obligación que devoción) bastante parcos, toman a diestro y siniestro un liquidillo, blanco o marrón según preferencias, al que llaman “Ranomapango”. Que claro está, dicho así suena mucho más extravagante que si te dijese, aguachirri de arroz cocido y quemado. Un potente anti-diarreico.
En época primaveral y estival los suecos, sacan sus platos del Ikea al jardín. Su propósito es degustar uno de los manjares mas apestosos que el ser humano conozca, el “surströmming”, lease, arenque fermentado en su jugo. ¡Puag!...y no es que lo diga yo. El hecho de que solo se coma al aire libre, en un país donde el verano dura menos que las modas de zapatos, creo yo, habla por sí solo.
Al Arzak y al Berasategui, se les dice originales por cocinar “croquetas liquidas” o “tortillas de patata gaseosas”, por poner un ejemplo. Platos que, en pro de la modernidad no esgrimen razón de ser en el quehacer primordial de la comida, esto es; nutrir células.
Yo en cambio me quito el sombrero ante la sabiduría popular del pueblo Alto Andino y reconozco que pocas cosas me sobrecogieron tanto, culinariamente hablando, como la “Kallapurca”.
Un plato bien potosino, y cuya composición no es de gran relevancia. Es más la técnica que el resultado, por otro lado delicioso. Todo comienza con leña, un fuelle, piedras y fuego caliente, muy caliente. Cuando las piedras están al rojo vivo, servirán como fuente de calor de la sopa “Kallapurca”. Cada una de las piedras, especialmente seleccionadas de un rio a treinta kilómetros de Potosí, que se añaden al recipiente, trae consigo nuevos y violentos borbotones. Después de diez de ellas, el plato está listo para su probadura. Sémola de maíz, patatas, ají picante y carne de llama seca, bienvenidas seáis en profusas cantidades. Son las once de la mañana del día Domingo.
¡Que aproveche!
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eso es una kallapurca ... jajaja . y sino que le pregunten a Quimet un beso de mamaoca
ResponderEliminarÑam Ñam!! pues hoy, como buen Día De Andalucía que es, el desayuno comienza con 1 tostada de aceite con azucar... mmmm costumbre ésta de mi abuela. Más tarde, si la Ciclogénesis Explosiva q ha anunciado el hombre del tiempo no llega a Almeria, una buena ruta por la alpujarra almeriense con su paradita en el pueblo de Válor y Bayárcal, y a degustar unas migas o gachas o plato alpujarreño con patatas a lo pobreee!! jajaja Un besazo a los 2!!
ResponderEliminarque bueno este post iker, y que buena la kallapurcaaaaaa
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