miércoles, 24 de febrero de 2010

Las visiones del Cerro Rico

Cada día me levanto en esta ciudad y veo el Cerro Rico, también conocido como Cerro de Potosí, o Sumaj Ocko. Bella estampa de una montaña donde se hizo uno de los mayores descubrimientos del mundo, que era casi completamente de plata. La leyenda dice que hace unos 465 años, a Diego Huallpa se le perdió una llama y subió al Cerro a buscarla. Se le hizo de noche y encendió un fuego para combatir el frio. Al amanecer vio, con sorpresa, que su fuego había fundido la purita plata que había en la superficie del cerro. Así fue que los españoles, que les gustaba mucho el mencionado metal, fundaron Potosí a sus pies. Así es que, aun hoy se dice: ¡Vale más que un Potosí! De tanto y tanto que salió de ahí.

 
Desde esa afortunada, o desdichada noche, no dejan de entrar y salir almas, vivas o muertas, a ese monte que lo es todo para esta ciudad. Si el Cerro está alegre y da mineral, Potosí estará alegre y lo sacará, para darlo a precio de ganga al resto del mundo. Si el Cerro se enfada y dice que “nones”, Potosí no tiene mucho que llevarse a la boca, y le pide limosna al resto del globo.

¡Si es especial este montón de metal que hasta mucha gente lo consideró divino! Siendo para los españoles y sus pintores, una preciosa virgen fecunda que da, de sus ricas entrañas, riquezas sin igual para todos. Una Madre dulce, pero que pone y quita Reyes, y Papas, y es el Sol, y es la Luna, y la Paz… ¡y es la de Dios! Si se me permite la expresión.


Pero los tiempos cambian, los pintores cambian, las modas cambian y las historias son contadas por diferentes profesores y libros de otros continentes. Jamás supe yo, por medio de mis clases de historia en colegio privado, que en Bolivia trabajaron esclavos, aquí llamados Mitayos. Incluso africanos que, poco acostumbrados a 4000m de altura y grados bajo cero, sacaban para el imperio el precioso metal, probablemente preguntándose para qué diantres querían tanto. Hasta ocho millones de almas se trago l"a Virgen del Cerro", según nos cuentan. No es de extrañar, que posteriores y menos fanáticos artistas, retraten un cerro un tanto diferente. Un Cerro que se parece más al "Monte del Destino" de J.R.R.Tolkien que a esa madre piadosa y bienhechora.
Cielos obscuros que se ciernen sobre la ciudad, una corona domina en un alto de la República, una mano que exprime a la Pachamama (La Madre Tierra), una espada que hiere el río impío de la patria boliviana, calaveras y árboles muertos.



Incluso hay gente que entiende, aún más tristemente si cabe, a esta ilustre montaña, que hizo de Potosí la ciudad más grande del mundo, la ciudad de la que hasta Cervantes hablaba en El Quijote. La entiende más gris, como las piedras que salen de ella, con mineros crucificados y Cristos oscuros sin clavos, blandiendo crucifijos al aire. La entienden con cadenas en las manos de almas famélicas del siglo XXI, con perros muertos de hambre, con más calaveras todavía. Tristemente la piensan, y la saben a día de hoy, cobradora de almas de pequeños adultos imberbes, que no saben jugar y que la cosquillean en su interior hasta morir, por sacarle un jornal.



Asi veo yo y muchos otros las cicatrices del Cerro Rico, síntesis de una colonización: la de nuestros tatara-tatara-tatara-abuelos, de los que no podemos dar cuenta, pero seamos sinceros, todos nosotros, Europeos, nos beneficiamos aún a día de mañana. 

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