Primeramente, el día 31 de Octubre, se instala en el salón de la casa la tumba, llena de flores, velas, comidas y la foto del difunto.

El 1 de Noviembre, susodicho día, se cuelga en la puerta de la casa una banda negra, indicativa de la tumba y muestra de invitación. Después todos los conocidos y los no conocidos que lo deseen, pueden ir a mostrar condolencias a la familia, además de probar las delicias con las que son agasajados, tales como masitas, pasteles, chicha (alcohol) y cócteles.
Y así se pasa la gente tal día, comiendo, bebiendo, paseando y rezando.
Antonio, Potosino de Ley, ese día se podía decir que tumbeaba dando tumbos. Después de más de veinte tumbas y otras tantas chichas. Sus hijos, se reían de sus gracias mientras nos hablaba de sus tradiciones. Todo quedaba en familia, ¡una grande familia, como la mía!
Nos pareció a la Ratita y a mí que es una bella manera, (religión aparte, para mí) de recordar y festejar la vida y obra del fenecido. Todo bonito y mucha gente viniendo a despedirle. De donde yo vengo, las viudas buenas se pasan por las tiendas de flores y por los nichos para "charlar" con los que perdieron, mientras sus hijos, o están durmiendo la resaca, o no saben de qué va el percal de Todos los Santos. Supongo que cada pueblo vive la muerte, o la ausencia de diferente manera. A mí me gustó la Potosina, por su honestidad y por su sabor a pastel recién hecho.
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