Me sorprende la mañana escuchando ritmos andinos de charango y mi mente se carga de aquellos recuerdos de nuestro pasado reciente, cuando el sol nos quemaba, a la vez que el frio nos helaba en la plaza de la universidad, comiendo ricas salteñas al mediodía.
Me llegan los aromas de la feria, con sus verduras, su carne semi putrefacta, sus especias, sus regateos entre caseritas y sus risitas a nuestro pasar cargados de frutas y verduras.
Me llega el día que Ratita y yo tuvimos nuestro primer nidito y como todas las mañanas que amanecimos juntos en el.
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Me acuerdo de la primera noche con Chuño, "el perro patraña", que decidió no dejarnos pegar ni ojo del miedo que tenía..
Son tantas cosas y gente que comocimos en Bolivia, nuestro querido pais de las mil y una caras, de los dos mil y un sombreros, de las tres mil y una músicas y bailes.
No me pasa siempre, pero añoro grave, la luz de sus atardeceres, a la Paulina subiéndonos choclo para el almuerzo, al "blanquito" jugando cada mañana con el chuño. Subirnos al centro para comer una pizza en el Mana y todo lo demas que no me cabe aquí escribir.
Pensaba, cuando estaba allí, que me sería mas facil decirle adiós este encanto que tal vez en su día hasta maldije; hoy me doy cuentam cuando escucho el charanguito que parte de mi se quedo muy gravada de esas tierras altas. Me queda saber de que manera, pero mi estomago me dice que es así.
Son unos recuerdos muy bonitos, que nunca nos cansaremos de recontarnos el uno al otro; y es que atardeceres como los de Potosí, poquitos...ese lugar tenia una luz especial!
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