Hacía ya varios años que se la esperaba y sabíamos
que, aunque médicos patosos dijeran lo contrario, se llamaría como dice en su
pasaporte.
Nació el primer día de la primavera, cuando
la balanza meteorológica y la anímica comienzan a ser positivas. Más aún era un
radiante Día Internacional de la Felicidad del año 2017 en la bonita Sevilla y estaba
destinada a vivir, al menos sus primeros momentos en Noruega, el país más feliz
del mundo.
A mí no se me ocurriría mejor manera de venir
al mundo, bueno si, rodeada de los brazos de su padre, de los pechos nutritivos
de su madre y del curioso mariposeo de su hermano mayor cerca de su cuna.
En cuanto me la "entregaron" supe que era
diferente a su hermano. Se movía más, como inquieta, tal vez añorando la amniótica
paz que se debe respirar en el seno materno. La silla era la misma que hace
exactamente dos años, la bata de papel verde también, incluso la mantita del
hospital; nada había cambiado, salvo el “paquetito” que yo tenía envuelto y en
mi pecho. Hacia ruidos pequeños y cargados de ganas, como quejándose y diciendo:
¿Que ha pasado aquí?, no se como reaccionar...
Digo que estoy saldando deudas, porque esta entrada en
la ahora ya retirada “Cometa” de los Monpei tenía que haber llegado hace meses;
casi un año que de fantástico, ocupado y convulso, no me dejo tiempo de
hacerla apropiadamente. Los habrá que tengan el don de escribir sin dormir,
corriendo todo el rato, pensando en la cena y el biberón, pero no yo. Necesitaba mi tiempo de paz, hasta de soledad diría yo, para que me acordara de este
impago, que espero no me sea tenido en cuenta en el futuro.
Trae, Alegría, a nuestra familia cosas muy importantes, como la equidad de género (el dos para dos), sonrisas espontaneas, que de habituales que son
parecieran estudiadas y sobre todo carácter, mucho carácter. Digamos las féminas de las dos
familias podrían verse reflejadas en ella. Si no quiere que la cojas, te lo va
a decir, si no quiere comer, te vas a enterar, si no quiere dormir…
Lo mejor de todo que al Tojo le ha salido la compañera ideal de aventuras a pequeña escala, que ya le hace reír, sin ni
siquiera saber hablar (ninguno), y con la cual puede saltar alrededor de la
cama para que le mire como a un héroe de micro-machines. Ella otras veces disfruta haciéndose la gamberra y quitándole el chupe a su hermanote cuando van en el carro de la bici.
Por ahora su lista de deseos se va llenado de
gateos, sonoridades y “plamitas”, a la vez que nuestra lista de tareas se va
llenando de nuevas tallas de panhales, chupetes, lanitas y por qué no decirlo
de renovados amores por nuestros hijos, los tres: El, Ella y Ellos. Porque la
vida con un hijo se escribe en singular, pero con dos ya siempre será plural.
La familia MonPei está completa y contenta y
todo sea dicho a veces muy cansada. Pero pase lo que pase, somos MonPei,
resistiremos y disfrutaremos.