Hoy, 23 de Marzo del 2015 es un día que para Menditxu y Ratita será inolvidable. Las
dimensiones familiares vuelven a expandirse, solo que esta vez en el único
círculo más íntimo posible, el de los Padres y el de las Mamás.
A
las 10:45 de la mañana, nació en Sevilla un alargado bebe de 2,84 Kg.
Chico,
o chica, estaban igualados en las apuestas sobre el sexo, a todos oculto dentro
del vientre materno; no es más que ahora que todos supimos lo que es:
¡Varón
fue la criatura!...pero bueno, que si hembra la hubiéramos querido
lo mismo.
Hasta
ahora, este ente, entidad tangible e impalpable, permanecía en el colectivo imaginario
como un "Sugus" atado a las entrañas de La Ratita en una lazada líquida, de vida.
No
sabíamos si pichurrilla o granito de café, pero sabíamos cómo se iba a llamar
desde antes de siquiera pensar en concebir:
¡Táchesemos
de precavidos!, pero el nombre de un nuevo ser no es baldío menester, sino más
bien honrosa responsabilidad paterna.
Corría
el año 2011 y en aquel pegajoso invierno de Puerto Príncipe, teniendo en cuenta los acontecimientos sucedidos, nos dijimos a nosotros mismos que nuestro primer HIJO,
se llamaría:
Antonio
José, M. P. B. S. para mayor precisión.
Mítica
onomástica, Antonio José, para mística criatura. Tal vez alguno le achaque un
cierto aire a carta evangélica de antaño, castiza designación pasada de siglo.
Nosotros les decimos:
"Un nombre
de personas de relieve en la estirpe, un nombre de forjado carácter y pasado familiar,
un nombre que queremos siga formando parte de nosotros y de nuestro día a día.
En definitiva, un nombre para honrar a dos grandes que se nos fueron, en
diferentes épocas y de disímil manera, pero que marcaron tanto nuestro ser como
nuestra vida, ya sea en 40 días o en 28 años.”
Don
Antonio, era el padre de Menditxu, al cual por desgracia conoció solo breve
tiempo. Quienes mejor les conocen dicen que son prueba irrefutable de la teoría
esa de los genes. Que sin conocerse padre e hijo se atisban parecidos
asombrosos en la forma de ser y parecer. Uno es 50% el otro aunque no cace codornices.
Faltar
demasiado pronto hace que él que se va, se convierta en mito. ¡Piénsalos! Hay
muchos y no los nombraré por razones obvias. Antonio, en su familia es uno de
ellos, un hermano, un marido, un tío, un veinteañero apañado que se pone el
mundo por montera, pero sobre todo, un cambio en el semblante de los suyos al
contar sus hazañas y/o fechorías: Un recuerdo que, a día de hoy, llega como en
su día sobrevino su partida; intempestivamente temprano.
Se
dice de él que ataba trapos de cocina en la espalda de las perdices mal-heridas,
para que no pasaran frío en casa, mientras, después de haberlas abatido, las
cuidaba para dejarlas en libertad.
Don
José, era el abuelo de La Ratita. Eso y mucho más, su escribano guía
espiritual, su confesor, su más íntimo amigo. Una cabeza serena de seguros
valores y el correcto regidor de una familia polifacética. Ratita es un 25% él y
no pasa un día sin que viva los valores que hasta sus últimos momentos le transmitió.
Faltar
después de una larga, profunda vida hace que el que se va, se convierta en
mito. ¡Piénsalos!, hay muchos y no los nombraré por razones obvias. José, en su
familia uno de ellos, un padre, un abuelo, un nonagenario maestro de la lengua de
la vida, un señuelo en tiempos “reguleros”, pero sobre todo un hogar donde se
reunían las generaciones. Su dilatado paso dejó posos en multitudes, de entre
las cuales Ratita se cuenta entre las primeras. Le llamaba el Torito Bravo, el chicarrón del Norte, y recuerda innumerables tardes jugando al veintiséis, mientras entre conversaciones sobre la vida del abuelo, sobre las aventuras de Ratita, esta recibía consejos y enseñanzas que le han ayudado no solo a ser la persona que es, sino a confiar en la familia, en la esperanza, en la magia de la bondad que se entrega sin esperar nada a cambio. El Torito, y la abuela Concha, han sido y siguen siendo en los corazones de su gran familia, un pegamento que une y nunca separa.
Y
con estos dos pesos pesados del inmenso apego familiar, ¿Cómo no querer
recordarles y homenajearles cada día? ¡Cada uno de nosotros que les conociéramos!
Por
esto es que, Antonio José es Antonio José. Ni más ni menos, o mejor dicho, ahí
es nada. “El Sugus” fue antes de ser, quizás ya sea agua pasada:
¡Larga vida a Antonio José! ¡Larga vida a nuestro TOJO!