Hoy escribo, principalmente triste, pero con las lágrimas empapando leves sonrisas
al pensar en él. Escribo para sellar en mi memoria recuerdos de quien será
siempre para mí, la más pequeñamente enorme persona que la capital vasca viera
nacer. Entrar por el Portal de Foronda nunca será lo mismo sabiendo que no me
esperará en la parada de autobús.
Hoy me dieron la noticia; pienso yo que él no llegó a contar hasta
tres;…1 Nervios…2 Nervios. ¡Se quedó en ese segundo segundo y la calma de esa
tercera inspiración proverbial, no le llegaría a su corazón! Está vez le
falló el temple del escalador que llevaba dentro. Comoquiera que sea, de poco
me vale ahora pensar que, o como, tan solo me cuenta el recuerdo, otra vez
desde la distancia y me falta ya, aunque no le fuera ver hasta dentro de un mes
más.
Uno de mis mejores amigos, sin duda y creo que a él le agradaba esa
consideración, el más particular y pintoresco. Muchos, cariñosamente le
llamábamos como el título de este texto; bueno, solo "El Monito", por
muy rápido que fuera no desafiaba a la Ley de Heisenberg y
se podían determinar con relativa precisión su velocidad y posición,
para un instante determinado. Aunque en ocasiones, a duras penas uno podía
saber si se encontraba en Brasil como quasi-ilegal, en Argentina en un
orfanato, en un lago perdido de Bolivia mascando hoja de coca... últimamente,
volaba local; más probable era encontrarle en el Aratz, el Gorbea, Atauri,
Arenazao la “Taberna de los Mundos”. ¡Nunca se lo pregunté pero estoy seguro
que estaban entre sus lugares favoritos!
Yo le conocí en la universidad, hace ya nada menos que quince años y desde
el primer día hasta hoy, he sentido sin remedio, cariño, admiración y mucha
proximidad hacia “El Monito”. Aunque no fuera físicamente la misma cercanía de
antaño, seguía siendo muy fuerte y especial para mí. ¡Pasaron ya tantos otoños
desde la Facultad de Ciencias!, y tengo que decir que "El Monito" fue
lo más grande que me llevé de aquel tiempo, de aquellas paredes grises con
campas verdes.
¡Las Novias se fueron, tal como vinieron (¡O seguro, más enfadadas!), los papeles
de graduación, notas, exámenes! Todo eso pasó...pero nuestras escapadas en
metro para escalar a Urduliz en vez de ir a clase de termodinámica, las noches
buscando agua en una borda en Gorbea para tomar un té de roca, compartir un
salchichón de su pueblo con queso de cabra de Arkaute, sujetar nuestra tienda
de campaña contra vendavales pirenaicos, las mejores vacaciones del
mundo caminando juntos a Santiago, ¡Tener el honor (él, decía horror) de haberle visto
sin perilla!...haber vivido todo eso con "El Monito", no tiene
precio, pero si un lugar tallado en piedra dentro de mi frágil memoria. Fue de
esas personas que con unos pocos hechos, generalmente pequeños, te lo decía
todo, generalmente lo bueno.
Le apodamos "El Monito" por su gusto a escalar y en general a colgarse
de lo vertical, horizontal u oblicuo. Recordaré siempre que andaba subiéndose a
los árboles y haciendo "la bandera" en las farolas de la calle. A
veces yo le acompañaba y hasta le incitaba. Siempre estaba listo para todas las
historias medio "jipis" habidas y por haber, malabares, cuerdas,
pelotas, bicicletas y mono-ciclos hasta los brazos de otro amigo, a
veces los míos, cualquier cosa le valía a para crear un mini-circo callejero y un
ambiente y garrapatero [1].
Desde estos tiempos alegres de escaladas, pacharanes y conciertos de reggae,
pasaron muchas primaveras y ahora yo me sé una persona, si no diferente en el
fondo, variada en las formas. Algunas, tal vez menos espontáneas que antes, las
otras más profundas y adultas. Por eso, en las ocasiones que pensaba que se me
escurrió por el hueco del bolsillo aquella originalidad y frescura de antaño,
recordaba siempre al “El Monito” y cada vez que podía iba a visitarle, para
estar cerca de él y “recargar” mis baterías de frescura. Me gustaba pasarme por
su lado, disfrutar de su compañía genuina, de sus “extravagantes aptitudes
vitales”, incluso de su forma pausada de comer cincuenta galletas y un café con
leche a la una de la tarde.
Siempre pensé que, para bien y/o para mal, por él no pasaba el tiempo y que
con sus altibajos, se aferraba a su modo de vida, uno insólito e ininteligible
para muchas, cercanas personas de pensamiento más tradicional, respetado y a
veces admirado por mí mismo.
Yo creo que se fue como me llegó; como le recordaré: Siendo la misma persona que
el primer día conocí, con la que hablé hace quince días; esto es, alegre, mayormente saltimbanqui y sobre todo,
sobre todo, una persona “Autentica y Mayúscula”, en el sentido más adulador de
la palabra.
El porque el “Ubicuo” lo encuentras aquí...
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[1] el término "garrapatero"
Los Delinqüentes: Por decirlo de alguna manera, garrapatero es aquel que es natural, callejero, auténtico, y vacilón (sin pasarse con nadie). En palabras del Canijo: "Eso es como cuando te revuelcas en el barro pero estás a gusto y te da igual mancharte. Cuando eres feliz con lo poco que tienes. La gente que hace la vida más fácil es la gente garrapatera."