Cuando tu carta astral es tan etérea que cualquiera acierta a adivinar tu lista de reproducción
Cuanto íbamos a la universidad siempre llegaba esa época en la que nos
encerrábamos todas la en la sala de estudio, o en la biblio de la facultad.
Cualquier excusa era buena para ir a la cafetería y tomar un café, charlar y
leer el periódico un ratillo. Pretendiendo que lo que pasara fuera de los muros
de tan ilustradas casa, nos importara un bledo durante los meses que “Los
Exámenes” sucedían. Siempre de soslayo,
se miraba al horóscopo del diario de turno. Indefectiblemente, leyeras el signo
que leyeras, leyeras el día que leyeras, parecía sempiternamente hablar de ti,
o de ella, sobre todo en una época que, parecía que todos los días se confundían
los unos con los otros. Nunca iba a terminar el tedio fácilmente “horoscopable”
y cuando te dabas cuenta estabas en la mesa de un bar con otro tipo de
“deberes” delante. Los deberes de, literalmente, beberte la vida que no tuviste
las previas, inconvulsas semanas.
Hoy, y me refiero a hoy, pero incluyo también centenas de ayeres, mi
horóscopo personal viene pentagramado, con claves de sol, o de lluvia que al
final reporto desde la Cornisa Cantábrica. Lo tengo repletito de negras de esas
que marcan ritmos. Se me trufa de silencios, de los que se dicen tan necesarios
como las notas en cualquier melodía. Escucho mi horóscopo personalizado,
generalmente en ritmo de cuatro por cuatro.
Porque como dicen los que saben de esto , la música, no puede no gustarte, porque
ella te saca de casa y te lleva a donde quieras ir, o necesites ir en ese
instante... y luego, te trae, sano y salvo de vuelta con las tuyas. Al llegar,
puede que si te dejas hacer, hayas cambiado un poco, si quiera un ápice. A lo
mejor te has descubierto algún matiz nuevo o incluso tal vez te hayas pulido
alguna arista… o sin más que te lo hayas pasado canalla saltando hasta tocar el
techo del bar y romper un conducto de ventilación…puede que haya quitado
minutos de vida y de seguramente avanzaste, arrastrándote por tus preocupaciones,
sumergido en acordes y trasteando trastes y masticando mástiles…siguiendo
endiablados compases de melodías pegadizas o repelentes.
La primera vez que recuerdo desflorar esta margarita cromática, y viajar,
marcharme con la música, a un lugar que aun hoy anhelo, fue en clase de música
allá por 1995, con Amaya Zarandona (D.E.P) como DJ de turno. El Cole, había
comprado una colección de cientos de vinilos de música clásica y Amaya nos
hacia las “temidas” audiciones, donde escuchar fragmentos de clásicos de la
música. Un día llegamos sin saberlo al impresionismo, si, si, al impresionismo musical.
Qué sabia yo que eso existía siquiera, más allá de los pinceles que tan poco me
interesaban. Y sonó El
Claro de Luna de C. Debussy que me hizo marcharme de la amplia sala de “dramatización”,
llorar, aunque seguro fuera por mis adentros, y querer tenerlo en una cinta
para escucharlo cada noche de mi próxima vida. A buen seguro que sustituí notas
por miradas, arpegios por caras y acordes por besos de la amada de turno
durante lustros venideros.
A día de hoy, cuando las cintas de TDK de 90, pasaron a la metahistoria, me
sobra con un clic al Spotify y parece que alguien este detrás leyendo mis
pensamientos y poniéndolos en orden y sintonía. Probablemente es lo que ocurre,
ese alguien será un conjunto de ceros-y-unos que me definen como ser simple y
me ponen en la cola y de la mano de alguno de las otras X 000 000 000 personas
que nos creemos únicas.
En realidad, al menos para mí, la música, instrumental o cantada, es mucho más
potente que un horóscopo reciclado y refrito decenas de veces por algún becario
del diario de turno, o de una baraja de cartas que me lea mi pasado y mi
presente. Los ritmos, evocan lugares, vivencias, anhelos…y a veces, ni
muchas ni tampoco pocas, socavan la paz interior con la cual algunos hacen
malabares circenses. A veces Avanzo con mi otra vez favorito nuevo éxito, otras veces me dicen lo que Conviene Saber, muchas veces , me dicen cual será próxima Mi Revolución, muchas veces me llaman Cabecita
Loca y de vez en cuando sueño
con nieve virgen. Todas, a cientos, con un clic y una suscripción anual.
Mi yo egoísta y/o egocéntrico, ese que todas llevamos dentro y que saquemos, o no, a pasear por la plaza, vive y respira en nuestra nuca, siempre me susurra
al oído: “Joder Menditxu, Otra vez el El Chojin te leyó el pensamiento y te hizo el tema que necesitabas..como la semana pasada hizo el Señor Johanssen. ¡Lástima
que ellos sean poetas y tu solo tengas…abierta la bragueta!
Cada día un nuevo, placentero, certero y embriagador horóscopo personalizado.